Síguenos:    

Top
Imagen Alt

Alejandro en India: “He aprendido que hay que eliminar la negatividad de nuestras vidas”

Alejandro en India: “He aprendido que hay que eliminar la negatividad de nuestras vidas”

Alejandro y Naroha
Alejandro junto a Naroha, otra voluntaria en el proyecto de India.

Alejandro llevaba toda la vida leyendo sobre Tíbet, pero, gracias a su viaje solidario, pudo ver de primera mano cómo se viven la compasión o la hospitalidad. Colaboró dando clases de conversación de inglés a refugiados tibetanos  y desarrollando una APP para facilitar su estudio. De vuelta, se trae nuevas amistades, experiencias increíbles y una reflexión: “hay que eliminar la negatividad de nuestras vidas, porque solo lleva a la infelicidad”.

¿Cómo era tu día a día?

Los días comenzaban bastante temprano porque amanecía sobre las 5, y desde entonces es difícil dormir. ¡Además por la calle pasan constantemente coches y motos haciendo sonar el claxon!

Tras dar unas vueltas en la cama me levantaba sobre las 8 e iba a desayunar en alguno de mis bares de confianza. Las clases de conversación comenzaban a las 11 de la mañana, justo después de que acabase la clase de gramática, que daba un profesor a los alumnos y alumnas. Uno entraba en el aula, cogía un cojín y se sentaba en algún lugar. Entonces los estudiantes que quisieran hablar se sentaban a su alrededor, y comenzaba la conversación. En la pizarra escribían un tema para romper un poco el hielo, con tres preguntas sobre las que hablar.

La clase, si es que así se le puede llamar, duraba una hora. Después solía volver a mi habitación y trabajar un poco, bien en mi trabajo normal, pues continué a media jornada mientras estuve en Mcleod Ganj, o bien en la app que estuve desarrollando para el proyecto.

A las 16 h volvía a reunirme con los estudiantes para dar la siguiente hora de conversación. Se solía hacer, si el tiempo lo permitía, en la terraza del edificio. Las vistas eran absolutamente excepcionales, y muchas veces los monos se paseaban entre nosotros observándonos con más indiferencia que otra cosa. De nuevo se proponían tres preguntas de un tema en concreto para soltar la lengua a los estudiantes. ¡Las mejores conversaciones las tuve en este horario, sin duda!

Después de esta última sesión salía a dar un paseo, comer algo o tomar un té en algún lado. No fueron pocos los días que fui a visitar a mis amigos indios, comerciantes de tiendas en las que alguna vez compré algo, y ya me quedaba con ellos hablando y tomando té hasta el final de la jornada.

Monjes meditando en uno de los templos de McLeod Ganj

¿Cómo surgió la idea de la APP y para qué sirve?

La app es herramienta para facilitar el estudio a los tibetanos. Dadas las enormes diferencias entre los idiomas que allí hablan y el inglés, les cuesta muchísimo su aprendizaje. ¡Realmente tienen dificultades grandes para ello! Así que viendo que no se separaban del móvil ni un instante, decidí que podría estar bien adaptar al proyecto una app que había hecho hacía unos cuantos años. La he publicado esta semana, ¡espero que los estudiantes lo reciban de manera positiva!

¿Cómo eran tus estudiantes?

Había dos tipos de estudiantes tibetanos. Los monjes y los seglares. Los monjes se caracterizaban por un nivel de inglés bastante aceptable, alto en algunos casos, y una tranquilidad y sosiego que no se ve mucho en Occidente. Rara vez no tenían una sonrisa en la cara y siempre estaban dispuestos a colaborar en la conversación. Los estudiantes seglares eran más dispares, pero también tenían la mayoría un nivel bastante alto. Uno de ellos se convirtió en uno de mis mejores amigos allá en Mcleod Ganj, quedamos varias veces a hacer fotos y tomar tés. Dábamos largos paseos.

El paisaje que roda al proyecto, en McLeod Ganj es espectacular.

 

¿Nos cuentas alguna historia bonita que te hayan contado los tibetanos?

Una vez un monje me contó una historia. El hombre debía tener unos 60 años y su inglés era bastante bueno. Me contó que de pequeño vivía en una familia nómada. Por lo visto se le daba muy bien construir arcos y flechas, y a veces comerciaba con ellos. No los vendía por dinero sino por mantras. Cuando algún otro chiquillo quería comprarle uno, él le decía un número de mantras que tenía que recitar a cambio, y hasta que no lo hacía no se lo daba. Además se apostaban mantras a ver quién daba en el blanco disparando el arco. El que se acercase más al centro de la diana elegía cuantos mantras tenía que recitarle el otro, y se aseguraba de cobrar su premio como es debido.

¿Qué es lo que más te ha gustado del viaje solidario?

Conocer a tanta gente tan diferente. He tratado con  lamas tibetanos, novicios de otras órdenes budistas, pasando por vendedores callejeros, o viajeros que conocía en el hostel.

También ha sido muy gratificante el poder ayudar a aprender a esta gente, y poner mi granito de arena a que mejoren sus condiciones.

«La gente tiene muy presente el Tíbet», afirma Alejandro, voluntario en India.

 

¿Qué sabes ahora de la lucha del pueblo tibetano que antes no sabías?

Siempre he sentido un gran interés por el Tíbet y todo lo relacionado con él, por lo cuál estaba bastante puesto en el tema ya. Lo que he aprendido viene sobre todo del contacto con la gente que ha vivido en primera persona la situación, y que tiene presente en cada momento que el Tíbet está ocupado y que su cultura está siendo agredida.

Me llamaron la atención sobre todo algunas cosas que vi en el museo del Tíbet, en el recinto de la residencia del Dalai Lama. Por lo visto China también impide que los tibetanos continúen con su estilo de vida nómada. A todo aquél que encuentra practicándolo lo coge y se lo lleva a unas instalaciones que bien recuerdan a un campo de concentración.La represión que sufre el pueblo tibetano en su propio país llega a un punto tal que, por ejemplo, si en cualquier comercio encuentran que alguien lleva las cuentas en tibetano, le cierran el negocio.

¡Es una pena que en Occidente sea un caso tan desconocido!

 

¿Qué te ha sorprendido más de la cultura tibetana, su forma de ver la vida, de relacionarse con los demás, etc.?

Que es una gente que siempre tiene en mente la idea de compartir, aunque sea con gente que no conoce de nada. Siempre tienen en mente a la gente que tienen alrededor y se preocupan por ellos como si los conocieran. En la mayoría de situaciones en que uno estaba rodeado de tibetanos se producía esa es especie de dinámica de comunidad, en la que yo, a pesar de ser extranjero, era incluido sin el menor titubeo.

Aparte de eso, me llamó la atención que a la hora de conversar con alguien, siempre sacan temas más bien espirituales, con preguntas profundas. Casi siempre tienen como tema final la compasión, o la felicidad, y no es raro que alguien a quien acabes de conocer te haga una pregunta a la que no sabes ni responder porque no te has parado a pensarlo. Digamos que cuando “hablan sobre el tiempo” lo último de lo que se les ocurre hablar es sobre el tiempo.

El tiempo pasa a una velocidad diferente allí. En la parte digamos menos buena de la balanza, vi que el trabajo es algo relajado y difuso, el concepto de productividad no está muy asentado.

El contacto con los monjes y con personas tibetanas y indias fue muy enriquecedor
El contacto con los monjes y con personas tibetanas y indias es enriquecedor.

 

¿Crees que algunos  aprendizajes que han cambiado en algo tu visión de vida?

Llevaba toda la vida leyendo sobre el Tíbet y practicando ciertos aspectos de su cultura, por lo que, más que aprender cosas nuevas, allí las he visto de primera mano. La idea de compasión, de eliminar la negatividad de uno porque no sirve para nada y lleva a la infelicidad, cómo los monjes, y en general los tibetanos, siempre tienen en mente el bien común, la comunidad y ayudar al prójimo… Ver a gente que rige sus vidas por esos principios es una fuente de inspiración de un gran valor.

¿Sigues en contacto con Bhanu, tu mejor amigo de McLeod Ganj?

¡Sí! Se llama Bhanu, es hindú, de la región de Dharamshala. El pobre tiene una vida muy complicada. De él he aprendido mucho. Es un tipo que siempre tiene en mente el karma, el hacer las cosas bien por hacerlas y el amor por la familia y los amigos. Es un tipo que no tiene nada, pero que lo comparte todo. Seguimos en contacto y hablamos todas las semanas. De él me llevo haber conocido a un hindú de los de verdad. Pasamos muy buenos momentos juntos. Es una excelente persona.

Este viaje es muy adecuado para personas amantes del yoga y la meditación
Este viaje es muy adecuado para personas amantes del yoga y la meditación.

 

Si tuvieras que elegir un momento del viaje, ¿cuál sería?

Lo mejor del viaje, sin duda, ha sido conocer a Naroha, la voluntaria chilena que estaba allí cuando yo llegué. Nos hemos hecho muy buenos amigos, y hablamos cada semana. Es una persona maravillosa. Charlas con ella hubo muchísimas. Los dos estamos interesados en ciertos temas espirituales y pudimos compartir experiencias y opiniones de las cuales rara vez se puede llegar a hablar con la gente. Hicimos algún que otro viaje juntos, comíamos juntos todos los días, y hablábamos durante horas.

También fue una verdadera suerte el poder asistir a unas charlas que dio el Dalai Lama en su residencia. El tema de la traducción no estaba muy conseguido y perdí parte del mensaje, pero el simple hecho de poder asistir a ese acontecimiento me convierte en una persona muy afortunada.

¿Y una reflexión?

La reflexión que me llevo del viaje es que es necesario eliminar la negatividad de nuestras vidas, porque ello sólo conduce al sufrimiento. De alguna manera siempre se puede elegir ver las cosas de una manera más positiva, o al menos, menos nociva para nosotros mismos.

Alejandro hizo un viaje solidario a India del 26/04 al 20/05/19.

Publica tu comentario

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la política de privacidad y los términos de servicio de Google.

No tiene permiso para registrarse