Evita el volunturismo y el complejo de salvador blanco en tus viajes

Evita el volunturismo y el complejo de salvador blanco en tus viajes

En este artículo nos gustaría reflexionar acerca de una situación muy alarmante y que por desgracia no es nueva, se trata del volunturismo y las actitudes de determinados viajeros procedentes de países ricos (consideramos España como país rico) retratando cada detalle de su estancia a las zonas más empobrecidas del planeta. Estas imágenes delatan la desigualdad y el complejo del salvador blanco. Actúan como supuestos héroes que, sin cuestionar sus privilegios, se ponen a sí mismos en un papel de rescatadores y dan rienda suelta a un colonialismo moral. 

El volunturismo es una forma de racismo, actividad provocada por el fenómeno del “síndrome del salvador blanco”, una práctica supremacista más que no está tan señalada como otras formas de racismo. Es lo que podemos definir como aquella forma de viajar a países vulnerables con el fin de hacerse ver que están preocupados por la población local, dejándolo claro en sus fotos en redes sociales, especialmente si son niños. Aquí entra este complejo de salvador blanco con el que hemos empezado, del que somos partícipes sin darnos cuenta. 

Las innumerables fotos con residentes locales al visitar África (como si de un solo país se tratase) u otros países de Latinoamérica y Asia extienden la idea de que la ayuda occidental salvará a estos colectivos de la miseria, reforzando esa necesidad de ayudar a toda persona no-blanca desde una posición de superioridad moral.

Este negocio del volunturismo no hace más que perpetuar el pensamiento colonialista, el cual mueve millones de personas, miles de millones de euros para que los ricos usen el paisaje y a la gente local para pasarlo bien unos días y rellenar sus redes sociales de supuesta empatía y solidaridad.

Los volunturistas no son conscientes de que convertir la pobreza en una atracción turística hace que se siga manteniendo la relación entre colonizador-esclavizado, ni tampoco se plantean ningún cambio ya que podría afectar a sus privilegios. Van a trabajar unos días (o eso parece) para mejorar un poco la vida de los pobres, que seguirán siéndolo. 

Esta práctica social racista además provoca a menudo que se pierdan puestos de trabajo para la población local, y refuerza los estereotipos denigrantes sobre las comunidades en desarrollo. Mencionar lo “felices que son con tan poco” o “esos niños me han enseñado más a mí que yo a ellos” son actitudes que hemos interiorizado como “normales”, pero que realmente no lo son.

El primer paso para luchar contra esta problemática es mentalizarse: Es esencial quitarse la máscara paternalista y buenista y entender que todos los seres humanos tienen los mismos derechos independientemente de su situación. Por lo tanto, debemos centrarnos en conocer cuál será la mejor opción (no siempre será colaborar in situ, a veces una donación económica es la medida más eficaz y que más beneficia a la comunidad local), interesarse genuinamente por el proyecto en el que queremos colaborar, o dejando a un lado las fotos que reafirmen lo empáticos que somos. 

Por ello, antes de viajar a cualquiera de nuestros proyectos, o simplemente a un lugar en el que puedan darse este tipo de situaciones, queremos proponerte las siguientes preguntas:

• ¿Vas a convertir la pobreza en espectáculo?
• ¿Podrías disfrutar de tu viaje sin tomar fotos?
• ¿Tu viaje beneficia a la comunidad de visitas? ¿O más bien a tus likes en redes sociales?

Una última reflexión que te ofrecemos, ¿te harías la misma fotografía si esos niños que visitas fueran blancos? Imagina por un momento que un keniano entra en tu casa y empieza a pedirle a tus hijos que posen con una gominola mientras sonríen, sería raro, ¿verdad? Pues igual de raro debería parecernos a la inversa. Tratar a los niños como parte de un decorado sin derecho a la intimidad no está bien, por muchos likes que puedas conseguir.