Viaje Solidario con peques sin hogar en la costa de Kenia

• Cuidado y apoyo educativo a niños y niñas de 3 a 7 años: lectura de cuentos, juegos didácticos,  ayuda con los deberes, arteterapia, etc.
• Refuerzo escolar: cuando el cole está cerrado se hace de 9 a 11 h. Si hay cole, se realiza a las 15 h.
• Actividades extraescolares: deportes, música, baile, pintura (arteterapia), etc.
• Talleres para la inserción laboral para chicos y chicas de 14 a 24 años: costura, clases de cocina y housekeeping (con el objetivo de que puedan trabajar en los numerosos hoteles de Mombasa, una zona muy turística).
• Clases de informática: tanto con los menores del centro como en las salidas que se realizan con el autobús para trabajar con los niños y niñas que viven en la calle.
• Intercambio de idiomas: español – suajili.
• Ayuda en la preparación del desayuno, almuerzo y cena de los niños y niñas.
• Trabajo en la huerta.

• Nivel de inglés (nivel medio equivalente a un B1, no es necesario título).
• Ser mayor de edad o, en el caso de menores, ir acompañados de adultos. La edad mínima recomendada para participar es de 15 años.
• Ser una persona abierta, tolerante, solidaria y con ganas de aprender. Es imprescindible la flexibilidad (las tareas pueden cambiar dependiendo de las necesidades de la ONG) y el trabajo en equipo (el voluntariado se realiza en coordinación con otras personas).

• Personas a las que les gusten los niños y niñas y tengan interés por acercarse a una realidad muy triste en Kenia con los peques que viven en sus calles.
• Personas que buscan un proyecto en el que convives con una familia Keniana.
• Maestra/os (infantil, primaria y secundaria), profesoras/es de música y baile, médicos y enfermeros/as (para trabajar con personas con VIH), personas con conocimientos de cocina, de diseño de moda y costura, arteterapia, entrenadores de fútbol, taekwondo, karate, etc.

“A las nueve de la mañana llegábamos al centro. Nos recibían siempre con su mejor sonrisa y aquello me alegraba para seguir con fuerzas el resto del día. Enseguida nos poníamos a trabajar. La mayoría de los días ayudábamos a Barbra en su clase, ya que estaba repleta de niños/as de distintas edades y enseñar a todos a la vez era algo complicada. Me entusiasmaba su forma de aprender, a través de bailes y canciones, y muchas veces en el mismo patio del centro. A media mañana les servíamos el desayuno que siempre estaba hirviendo, y les ayudábamos a enfriarlo pasándolo de una taza a otra. Después seguíamos con las clases. La hora de la comida era el momento en el que teníamos tiempo para hablar con los/as mayores. Aprovechábamos esos momentos para saber más de sus vidas y de su pasado. Las escuchaba con atención y mis sentimientos siempre eran una mezcla de felicidad y tristeza. ¡Son grandes supervivientes en esta dura vida, sin duda! Por la tarde normalmente dejaban más tiempo libre para jugar y nosotras disfrutábamos de estos pequeños momentos con ellos/as.”