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“Nos empapamos de la cultura, la comida y el estilo de vida del pueblo nepalí”

“Nos empapamos de la cultura, la comida y el estilo de vida del pueblo nepalí”

Pedro junto a  niños del proyecto. ¡Su energía es inagotable!

Pedro voló durante 15 horas desde Londres hasta Katmandú para colaborar en la educación secundaria de niños y niñas tibetanos. “Pero sin duda, el largo viaje mereció la pena”, afirma. Durante tres semanas, ayudó con los estudios a niños, niñas y adolescentes que han tenido que dejar sus remotas y aisladas aldeas en el Himalaya para seguir estudiando en la capital gracias al proyecto con el que colaboramos.

La vida en el proyecto comienza temprano, ya que los voluntarios y voluntarias se levantan para desayunar con los peques. “Empezábamos el día con los niños y niñas, que tenían que estar listos a las 8 h. para ir al colegio”, explica Pedro. Como los peques no volvían hasta las 16 h., las y los voluntarios aprovechaban para hacer turismo: “conocimos todo lo que Katmandú y sus alrededores tienen para ver, que es muchísimo. Nos empapamos de la cultura, la comida y el estilo de vida del pueblo nepalí”, añade.

Pedro y otros dos voluntarios. Hacían turismo por las mañanas.

Hora de estudio

Una vez de vuelta, Pedro y el resto de voluntarios jugaban con los niños y niñas un par de horas, hasta que llegaba la hora de estudio. A las 18 h., echaban una mano con los deberes y otras actividades para que los jóvenes sacaran el máximo partido a sus clases en el instituto de Katmandú.

Para Pedro, lo mejor de su viaje han sido los niños y niñas: “tienen una energía inagotable”, explica. Además, “el personal del proyecto también ha sido muy amable con las y los voluntarios”, añade.

Uno de los jóvenes estudiantes del proyecto.

Felicidad a pesar del terremoto

El dinero no es algo que abunde en Nepal. No hay más que salir a la calle y levantar la mirada para darte cuenta de que el país ha sufrido mucho dolor. «El terremoto de 2015 está aún extremadamente presente, y el esfuerzo que hace el pueblo nepalí cada día para seguir adelante es mayúsculo», explica Pedro.

A pesar de ser capital, Katmandú tiene un ritmo de vida diferente.

«Pero el terremoto no ha conseguido arrebatar la felicidad al pueblo nepalí. Sus habitantes han aprendido a vivir con lo que tienen y pueden conseguir. No existe el afán de de poseer cosas que sí tenemos en Europa. El ritmo de vida es totalmente diferente: incluso en la gran capital, hay miles de personas que viven de la artesanía», añade.

En cuanto al proyecto, es sostenible gracias, en parte, a la aportación de las personas voluntarias que colaboran con él. «Con el dinero de los sponsors y de lo que aportamos los voluntarios y voluntarias, más las subvenciones, hay suficiente para pagar las facturas y dar a los niños y niñas comida cada día», explica Pedro.

Taller de higiene con los peques, muy atentos. 

Buena compañía y una conciencia tranquila

En Nepal hay determinadas cosas que son consideradas un lujo, como la fruta, que se toma tres veces a la semana. «Una de las cosas que más me gustó de la experiencia fue tener la suerte de comprar fruta de vez en cuando a los peques y verlos disfrutar con algo que para nosotros es tan rutinario que hasta rechazamos en nuestra dieta, añade.

«No podemos vivir en base al dinero, pues no nos hará felices, pero la buena compañía y una conciencia tranquila siempre serán un remanso de paz para aquel que la tenga». Es uno de los aprendizajes que Pedro ha hecho durante su viaje.

“Hacía poco había muerto un campesino de la zona, decían que tenía 120 años y no era una excepción. Por algo será…”

¡Aprendiendo a cocinar! 

Pedro colaboró en Nepal en febrero y marzo de 2017.

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